7 Mar, 2016

“EL CIELO YA TIENE UN NARRADOR”, por Ricardo Rosety.

Tenía 8 años y lo ubico como mi primer recuerdo real y consciente suyo. Antes había ido a la cabina de Antena 3 Radio en El Molinón, o a buscarle a Casa Arturo, o a la Casita del Parque, donde comían algunos periodistas, entre ellos Pipi Estrada e Iñaqui Cano, que viajaban con el célebre “Partido de la Jornada”. Pero fue la noche de aquel miércoles 18 de junio en la que mis padres me pusieron la radio en la oreja pasada ya la medianoche. Y era él. Mi tío “Gaspy” cantando el empate de Butragueño ante Dinamarca en los octavos de final del Mundial de México. Gol del “Buitre” en la portería en la que se leía una pancarta de “Asturias con la furia”. La noche en la que la selección inundó Cibeles.Cc146mCW0AAXhyD

Fue el primero de muchos goles. Unos más importantes, algunos más trascendentes, otros más sentimentales. Pero todos pasionales. En el patio del Corazón de María me decían mis compañeros que su ídolo era Gaspar. Mi tío era su ídolo. Y el mío también. El 0-4 del Camp Nou, las noches europeas del Real Madrid, y las desilusiones con “La Roja” en los mundiales pasaron a formar parte de mi memoria, pero también otros goles sin ese carácter histórico que eran pura poesía radiofónica. Velasco ante el Madrid, el primero de Raúl “pata negra” ante el Atlético, los de Kiko “Neptuno”, los de Salinas en Irlanda que terminaron con un sonoro “viva la madre que te parió”, o aquella Recopa de París para la “Zaramagia” con “Gardel” Esnaider o “Yiyi” Nayim. Siempre me acompañará ese “hasta el rabo todo es toro”, “a esto y a la taba se murió el que me ganaba”, o ese “jugadores al túnel de vestuarios”, que siempre brillaban con el “Sonido Menayo”. Aún guardo las cintas de cassette. Era un estilo. Era la radio.

Todo lo que hacía “Gaspy” era a lo grande. Partidos cada tres días, con viajes eternos que poco se parecen a los de ahora y que le dieron para contarme mil anécdotas. Le veía de Pascuas a Ramos, pero le escuchaba. Contaba los días para que el “Partido de la Jornada” fueran en el Molinón o en el Tartiere, normalmente acompañando al Real Madrid. Y junto a él vi el primer gol de Abelardo con la selección en Oviedo.

Me mandó una postal antes de que yo naciese. Aún la guardo junto a todas las que recibí en cada viaje que hizo acompañando por Europa y el Mundo al Real Madrid y a la selección española. Con él, empezaron a “gustarme los viernes”, las 0.07 como “la hora de agente secreto” y las confidencias del “Cuervo ingenuo y la pipa de la paz”, las que Sabina le ponía la banda sonora en Radio Voz. Me llevó como premio de estudios a una final de Copa en Valencia y, desde entonces, me llamó en el minuto previo al inicio de cada final que narró. “Va por ti”, me decía antes de colgarme porque iba a sonar “el pitido inicial”.

Un dia me dijo que el día que se muriera que no sintiese pena. Debía de recordarle por todo lo que vivió y como lo vivió. No puede ser. Siento una pena enorme porque la vida le debía muchas alegrías con sus hijas, con sus amigos y con nosotros. Siempre habrá una mesa huérfana en El Planeta, en el Pimiento Verde en Madrid, en el Txistu o en el Asador Donostiarra. Y siempre le habrá faltado tiempo para disfrutar de Sevilla y de su barrio de Triana, del Mar Cantábrico frente a su casa de Gijón o del aire veraniego de Matalascañas. Y yo le tendré que contar a mi hijo Mario que su tío-abuelo era un grande de la radio y del periodismo. El cielo ya tiene un narrador para sus partidos. Sin duda, se ha llevado al mejor.