Lo tengo ahora mismo delante de mí. Encarnizado oyente de radio y asiduo lector de libros,muy de vez en cuando había ojeado prensa deportiva, pero aquel primer lunes de mayo bajé a comprar el As, 35 pesetas de las de entonces, con la intención de conservar por escrito aquel título de liga que, casi treinta años después, limpiaba el polvo de las vitrinas de San Mamés, las cuales llevaban cerradas diez desde la última Copa, los dos únicos trofeos que había podido ver en toda mi vida.
La temporada siguiente ganamos Liga, Copa y Supercopa (entonces se otorgaba automáticamente al campeón de las dos competiciones) y, con la inconsciencia propia de la juventud, no consideré necesario inmortalizar aquellos momentos con otros tantos periódicosque pudiere releer como lo estoy haciendo ahora con este ajado ejemplar de 1983: mi Athletic volvía a ser aquel equipo de los cincuenta que me describían mis padres y con tantos libros en mi habitación no iba a tener ni sitio ni tiempo para periódicos (¡qué imbécil!).
El pasado día 15 tentado estuve de comprarlo después del 4-0 de la ida, pero con la prudencia que dan los años no quería dar ningún motivo para gafar el partido de vuelta: el Barça de Messi o el Real Madrid de Cristiano son los únicos clubes que actualmente podrían remontar ese resultado y toda precaución era poca. Treinta y dos años después el Marca del pasado 18 de agosto, nuestro primer título con las fotos en color como diría el clásico y con otro “Rey León” en la portada (el primero al que llamaron así fue a Llorente), hace compañía al viejo As en blanco y negro.
Se puede disculpar que con la eliminatoria inminente de la Europa League y el inicio de la liga en esa misma semana las celebraciones fueran discretas y comedidas, pero con la gabarra anclada en un museo habría que pensar en alquilar la embarcación en uso más antigua deSanturce para celebrar este título, quizás a final de la temporada, como manda la tradición: remontando la ría hasta Bilbao, con las orillas engalanadas y bebiéndonos hasta el agua de los floreros, porque, Sr. Urrutia, no pretenderá usted irnos a una fuentecilla como si fuéramos un equipillo cualquiera… así que, Josu, ¿dónde está la gabarra?