4 Mar, 2014

“Maruja, la Sra. María, Doña Rosario.” Artículo escrito por Alfredo Plaza.

A Maruja, la Sra. María, Doña Rosario, le encantaba la radio. Seguramente esta afición le nació durante los doce largos años que su marido, Don Emilio, estuvo trabajando de noche, una forma al fin y al cabo de tener compañía durante esas horas, como si no hubiera tenido suficiente ajetreo durante el día criando a los siete hijos que llegó a parir y llevando la casa.Foto artículo

Era puro nervio.

En casa de Maruja, la Sra. María, Doña Rosario (la llamaban de tantas formas diferentes casi como pueblos y ciudades distintas le tocó vivir, siguiendo los destinos de su ferroviario marido), desde que tuve uso de razón, siempre estaba la radio puesta. Don Emilio ya no hacía noches, pero el silencio en aquel hogar era algo desconocido a cualquier hora del día. Y hasta bien entrada la noche. Disfrutaba con José María García en la Cadena Ser, y siguió a “El Tempranillo”, como cariñosamente le llamaba, cuando este se mudó a Antena 3 Radio; si emitían fútbol por la tele le quitaba el sonido a la caja tonta y ponía la radio: puede que los locutores exagerasen las ocasiones de peligro aunque el balón estuviese en el centro del campo, pero es que los de la tele eran “unos muertos”. En aquellas retransmisiones conoció a Gaspar Rosety y le enganchó definitivamente cuando hacía las sustituciones a García en su programa; cuando sus caminos se separaron Maruja, la Sra. María, Doña Rosario lo tuvo claro: “El Tempranillo es el mejor dando noticias, pero últimamente solo se dedica a meterse con unos y con otros y no informa de nada; y encima habla mal del Madrid”. Por ahí sí que no pasaba.

Era todo carácter.

Maruja, la Sra. María, Doña Rosario falleció la semana pasada. Si algo he heredado de ella es la pasión por la radio. Cuando alguien viene a casa y hay partido en la tele la pregunta, al igual que la respuesta, nunca falla: ¿pero, por qué tienes puesta la radio? Porque los de la tele son unos muertos.

Era mi madre.