12 Ago, 2003

El Maestro

Camina hacia sus noventa primaveras que, siendo él un sagitario de la máxima pureza, ha convertido en nueve decenas de otoños bien vividos. Escucho su voz constante que retumba desde hace más de sesenta años, cuando fue elegido por Marconi para crear la radio deportiva en España. Detrás de sus imperturbables gafas negras, sus ojos han visto lo mejor y lo peor de nuestra reciente historia. Le ha correspondido el turno de vivir y poder contar lo vivido, el lujo de estar allí donde todos hubieran querido estar y de poder describirlo como sólo un dios de la palabra sabe hacerlo. Nació para el fútbol en un Málaga-Betis, este cordobés universal, andaluz de profundas raíces, nos fue desgranando la realidad con tal pulcritud que después de cantar el gol de Zarra a Inglaterra, el propio Telmo reconoció que aquel tanto a “la pérfida Albión” lo habían marcado entre los dos. Me lo contó Zarra una noche en Bilbao mientras nos fotografiábamos con Williams, el guardameta inglés, su víctima. Matías cumplió una brillante labor y escogió las bondades del idioma, lejos de la agresividad y de la violencia lingüística, para establecer la comunicación con sus oyentes. Lo hizo con el fútbol y lo bordó con los toros. Recuerdo que una tarde me llevó a la Real Maestranza. Desde aquel sillón de tendido, cerré los ojos y lo escuché mientras explicaba cada pase y cada paso, todos unidos, toro, voz y torero en el arte de Prats. Su voz aparcó en la belleza, en la estética, en la descripción perfecta, en la palabra adecuada, en el verbo exacto, en el paraíso del narrador. Allí cómplices, los dos nos dejamos llevar disfrutando del oficio. Matías Prats, que me enseñó tantas cosas buenas, camina hacia los noventa años, que han pasado como noventa días. Siento su ejemplo de vida. Maestro, que Dios te guarde muchos años porque te mereces la gloria.