Creo que el partido de estar tarde pertenece ya al escalafón de los grandes. Los recuerdos de aquel Deportivo de antaño, de aquel equipo ascensor, fueron dejando paso a los más recientes del equipo grande que fabricó Arsenio al comienzo de la década anterior. Y la noche del centenario del Real Madrid ha marcado, además, un hito histórico en las páginas del equipo coruñés de este siglo y ha emborronado una fecha de fiesta excepcional entre los merengues. Esta tarde iré al Santiago Bernabéu con la certeza de sentarme ante un espectáculo maravilloso. El Deportivo sigue siendo uno de esos pocos equipos que genera respeto en el madridismo. Se sabe que Irureta, pretendido por el Real Madrid hace seis meses para sustituir a Vicente del Bosque, arma los bloques desde atrás y que lo más complicado, jugando con el Dépor, es marcarle un gol a Molina. Bien es verdad que la mejor artillería del mundo, Figo, Raúl, Zidane y Ronaldo han encontrado, por si fuera poco, un apoyo extraordinario en David Beckham. A mi juicio, el inglés está cumpliendo con todas las expectativas que había creado a su alrededor. Una gran visión de juego, una categoría indiscutible, pases medidos, balones profundos que son medio gol, el refuerzo del juego a balón parado y una capacidad sacrificio que, necesariamente, ha convencido a propios y a extraños. Beckham, sí, porque ya me dirán ahora quién se acuerda de Makelele, fuera de las top-girls de la noche madrileña. El Deportivo llega con algunas dudas, razonables tras su terrible goleada en Europa y de un par de resultados ajustados en la liga española. Sin embargo, cuando juegas en el Bernabéu, no importan los antecedentes. Partido nuevo, historia nueva, o sea, un mundo nuevo. Un dulce placer para los ojos.