El periodismo deportivo de Madrid se cocina en tres o cuatro restaurantes de la capital. El Asador Donostiarra, el Mesón Txistu, De María y El Pimiento Verde se adjudican los rumores y adelantos de las noticias que luego verán la luz. En sus mesas, se da cita la flor y nata de la profesión y de esas reuniones surgen después informaciones, editoriales, estrategias, bondades y perversiones. Pocos saben más de lo que aparecerá en los medios que Juan Gudiño, Sito Tejeiro, Víctor Cal, Dani Ciudad, Rita Calvo, Manolo Jiménez, Juan Cuenca o el gran Leoncio. Es la escuela de Pedro Ábrego y sus brillantes herederos, Antolín y Pedro Murias.
En el viejo Madrid de finales del XIX y primeros del XX, el legendario Café Gijón era el Donostiarra de nuestra época. Políticos, escritores, periodistas, filósofos, intelectuales de todos los pelajes, resolvían sus cuitas a bordo de mesas bien apañadas. Hoy celebran sus tertulias hasta el punto de hacerse fotos con los clientes, que antaño sólo admiraban a actores y toreros. Muchas personas incluyen estos locales entre sus recorridos turísticos madrileños: Museo del Prado, Tour del Bernabéu y Asador Donostiarra.
Hoy, los corrillos reflexionan sobre Tito Vilanova, que ha encogido el corazón de Madrid. Recuerdo que Pedro Ábrego, ochentañero brillante, me dijo hace poco tiempo: “La vida es corta”. El deporte une y aproxima a las gentes y esa vieja escuela abreguiana se convierte en el mejor escenario de la ciudad con alma. Rezamos por Tito desde el corazón, desde la brevedad de la existencia.