26 Jul, 2013

Tito en su soledad

Siempre recordaré a Guardiola, pidiéndole opinión y consejo en el banquillo. A cada instante, Pep se giraba, se tapaba la boca para que no se leyeran sus labios, y se fiaba de la sabiduría de Vilanova. Y así sucedió desde el principio hasta el fin de sus años. No concebía a Guardiola sin Vilanova y, en cambio, la vida nos enseñó a entender a Pep sin Tito y, lo que es peor, a Tito sin Pep. Las últimas declaraciones de ambos dejaron en evidencia muchas situaciones, que abarcan a más protagonistas de los que aparecen en el escenario, personajes que pertenecen a otras guerras.

El pasado viernes, Tito asumió que no podía seguir. Su rostro denotaba el gesto de una persona acosada, perseguida, desgastada por una enfermedad que sabe ser cruel. Ese daño insuperable quedó reflejado en la frase dolorosa del desamor: “El que estaba solo, era yo; el que estaba enfermo, era yo; el que lo necesitaba, era yo”. Hay definiciones que no precisan ser explicadas.

Tito representa la modestia y la sabiduría, el conocimiento y la humildad, la sencillez y la inteligencia. Este hombre, que atesora las virtudes por parejas, se quedó solo hace mucho tiempo. Contra la crueldad del veredicto, tiene que luchar uno mismo, en su soledad, en su inmensa e infinita soledad. Sin embargo, esas sensaciones dentro de la isla desierta que genera el vacío, el riesgo de la muerte, pueden azucararse con el acompañamiento y el cariño de los tuyos, de esos amigos y familiares que nunca fallan, que siempre están.

Me duele Tito y me duele el alma del fútbol. Vilanova, en el Barca, fue siempre el actor principal que supo y quiso ceder las cámaras a sus compañeros. Me duele Tito porque se interrumpe una vida para que siga una batalla, otra vez en la soledad abrasiva de la quimioterapia y las radiaciones.  Y estoy seguro de que a Guardiola le dolerá todo aquello que le pueda doler cuando entienda que no se puede dar vuelta atrás a las agujas inyectadas del reloj, inyectadas de un drama repleto del horror humano. Me gustaría que Tito viviese mucho tiempo para mirar ese reloj de otra manera.