23 Jun, 2012

España arrolla a Francia con un fútbol de poesía

España arrolla a Francia con un fútbol de poesía

No sabemos cuánto va a durar este espectáculo pero necesitamos disfrutarlo al cien por cien. Una España de calidad superlativa arruinó las esperanzas de Francia. Gaspar Rosety, Director de Medios RFEF, analiza el partido del centenario de Xabi Alonso y la victoria histórica de la España delbosquiana.

23-06-2012. Donetsk, Ucrania.

Perico Alonso ganó dos ligas con la Real Sociedad de Fútbol de San Sebastián al comienzo de los años ochenta y engendró, al mismo tiempo, un poema de amor al fútbol. Y a la conjunción de versos, alumbrada en Tolosa, la llamó Xabi. Francia entera se asombró anoche del espectáculo de posesión de la Selección Española, del juego de un equipo que aburre a los contrarios porque, el fútbol se disputa entre dos y aquí sólo jugaba uno. Daba la sensación de que Francia había pagado butaca de patio para asistir al centenario de una batuta privilegiada, para los oídos, que escuchaban oles y para los ojos, que veían el Paraíso.

Si otras noches hablamos de la inmejorable calidad del juego colectivo, deberíamos repetir idénticos argumentos y, si otros días alabamos el fútbol de Iniesta, Xavi, Silva o Cesc, lo del Donbass Arena de Donetsk lleva el nombre de Xabi Alonso. No sólo porque fue autor de los dos goles, siendo ello importante, sino porque asumió un papel de liderazgo destacado en una sesión muy participativa de todo el equipo, con despliegues excelentes de defensa y delantera para ayudar a construir el fútbol que maravilla a Europa. Los hombres de Blanc asistieron gratis a un concierto de la mejor orquesta del fútbol mundial.

Francia, la Francia en reconstrucción de Laurent Blanc, se basa en premisas de buen gusto, en un sentido colectivo del fútbol y en la búsqueda de calidades superiores como son las de Karim Benzema o Frank Ribery. Sin embargo, al exjugador del Barcelona y campeón del mundo en St. Dennis en 1998, le asustó tanto la magia habitual de La Roja que, seguramente deslumbrado por su esencia, situó a un lateral derecho, Debuchy, como medio volante en la banda por delante de otro zaguero, Réveillère, permitió la lentitud y espesura de Rami y no fue capaz de encontrar en Malouda, por fuera, el futbolista que necesitaba para oxigenar el ataque de los galos, porque se quedó a tapar por dentro.

Del Bosque dejó arriba a Silva e Iniesta en las bandas y a Fábregas en el enganche con libertad de movimientos y obligaciones de corte de la salida del juego rival. España defendió con su mejor arma, con la posesión, aunque no fuese el partido de más tiempo.

Hubo posibilidad de adelantarse con una jugada en la que pareció apreciarse, de forma nítida, penalty de Clichy sobre Cesc. Iban cinco minutos pero no tuvo valor. Nadie lo protesto y la Roja mantuvo su ritmo. España jugaba, Francia miraba. Cuando Iniesta le dio un balón profundo por el perfil izquierdo a Jordi Alba, Alonso acompañó por el segundo palo y el centro medido del lateral llegó directo al corazón del área. Un cabezazo en plancha de Xabi abrió el marcador y puso unos renglones de justicia a la enorme superioridad de la Selección Española.

Por el camino, fueron quedando posesiones interminables de nuestra Nacional y las miradas boquiabiertas de los contrarios, exasperados ante el fútbol trenzado de miles de combinaciones, lideradas por Alonso, el hijo del gran Perico, uno de los grandes poemas de la Guipúzcoa de finales del siglo XX. No importa que los versos no encuentren rima si tienen ritmo y dicen lo que deben decir. Ni Galdós ni Baroja  hubieran superado en Ucrania la literatura fresca y cadenciosa, futbolística, de Xabi, que se hizo una fiesta por sus cien partidos con la Selección. La remató al transformar el penalty claro que Réveillére cometió sobre Pedro. El canario le hizo un traje a medida a Rami, lo destrozó en el área y el compañero no tuvo más remedio que arrollarlo. Xabi la clavó sin opciones para el buen Lloris.

Francia sólo se estiró cinco minutos, cuando el cronómetro se paseaba allí por el setenta, y Ribery se atrevió a dar un zarpazo por la izquierda. Iker Casillas se ocupó de responder con la parada nuestra de cada día. Nuestros vecinos del norte no fueron capaces de doblegar la excelente organización defensiva española ni de crear problemas a un equipo que nunca les había ganado en partido oficial. No fue la Francia de Platini ni la de Zidane ni la de Raymond Kopa o Just Fontaine. Fue un equipo aplastado por una orquesta bien afinada y un director con ganas de confirmar que los sonidos celestiales resultan obligados en las grandes citas, en los grandes escenarios, ante los públicos más entendidos.

Quizá el gran Perico no sabía cuando construyó su poemario que, treinta años después, el arte de la métrica y la expresión conducirían su apellido a la cima más alta de un planeta que tiene forma de balón. Gracias, don Pedro, desde la memoria y el presente, en nombre del fútbol, de la literatura y de la poesía.