Mijatovic es un personaje singular. Su irrupción en el fútbol español supuso todo un descubrimiento que había disfrutar y así se hizo. Primero lo disfrutaron los valencianistas y después los madridistas. Para éstos, Pedja tenía reservada la mejor de las sorpresas: el gol de Ámsterdam. Fue el héroe de la Séptima. Desde que llegó al Real Madrid, formando una pareja inolvidable con Davor Suker, dentro y fuera del campo, se reveló como un futbolista con capacidad de liderazgo, un ganador. Aquella explosión de su fútbol en el Arena, en la noche inolvidable del 20 de Mayo de 1.998, supuso su consagración mundial. Su gol valía un título. Uno de esos goles que marcan a fuego la historia para que la fecha quede en color. Aquellos meses de Pedja en el Madrid resultaron especialmente duros por la situación clínica de su hijo Andrea. Recuerdo un Madrid-Barcelona a finales del 96 al que Mijatovic llegó corriendo desde el quirófano y marcó un gol para dedicárselo a su pequeño. Jugaba, marcaba, encandilaba al espectador mientras su mente y su corazón estaban muy lejos del césped. Pero supo hacerlo y sufrirlo en silencio, superarlo y demostrar un rigor profesional y una dedicación suprema a la empresa que le pagaba y a los aficionados que lo adoraban. En Madrid, Mijatovic marcó la cumbre de su Everest balompédico con el gol a la Juventus. Todos supimos en aquel instante que el partido iba a terminar 1-0. No importaba que Davids estuviera a punto de empatar en la jugada siguiente. Pedja había roto la historia a los 21 minutos de la segunda parte, “con las piernas de Luca y el corazón de Andrea, en un gol que se marca solo por un hijo…”, como cantamos en las ondas de Radio Voz. Esta noche, cuando vuelva a ver a la “Vecchia Signora”, con Zidane cambiado de bando, y escuche a Mijatovic desde los estudios de Onda Cero en Valencia, estoy seguro de que se agolparán en mi mente un huracán de sensaciones y de sentimientos. Pedja es para mí algo así como Zarra para Matías Prats. Estamos unidos por las ondas, por las emociones, por los recuerdos. Fue un placer poder transmitir tu fútbol, genio, y que Dios te guarde muchos años.