La primera persona que me habló de él, en 2005, fue Enzo Ferrero, el extraordinario extremo del Sporting y titular del ala izquierda junto con Maradona del once ideal de Boca Juniors. Querían que viniese para venderlo después. En Gijón no interesó pero, en la Navidad de 2006, lo fichó el Real Madrid. Ganó dos Ligas, una Supercopa y emigró a Italia, a la Roma. Empeñado en triunfar en España, regresa ahora con el Valencia.
En Mestalla, le han dado el dorsal 5, que en su país ya es muy indicativo de la consideración que merece. El “cinco” argentino es el generador de juego, el hombre que ocupa la mayor parcela de campo, el que asume el liderazgo del equipo, el que lleva los galones, el que manda. Su esfuerzo físico necesita ser prodigioso y debe gozar de una táctica exquisita para soportar con colocación la carga de trabajo que tiene que asumir en cada partido. Se trata de una posición vital en la concepción del juego sudamericano. Visión del fútbol y capacidad para tomar la mejor decisión en milésimas de segundos.
Conocí a Gago en una cena en De María con Marcelo Lombilla y Juan Gudiño. Le di mi tarjeta:”Cuando vengas para fichar, llámame y hablamos”. Llegó en Diciembre y me dijo: “Tengo su tarjeta en mi billetera”. Habla poco fuera del campo, enseña doctrina sobre la hierba y se cuida como un campeón. No será extraño que su afición lo valore. En Valencia, han fichado un 10, aunque ama el 5.
Enzo Ferrero tenía razón. El Sporting tendría hoy un líder o un montón de millones.